Trabajando en un nuevo libro me plantee cuáles roles “no” debería asumir un instructor. Pensé en algunas opciones y una, no descrita hasta ahora, al menos en mis libros, surgió en mi mente a través de una enorme cantidad de ejemplos y casos prácticos, incluso posibles de observar en el día a día de cualquiera de nosotros.
Propalador de creencias… divulgador de creencias. Es frecuente encontrarlos en los medios de comunicación, también en congresos, conferencias, actividades formativas en general.
El propalador de creencias, al igual que el instructor “entretenedor”, atraen al público, suelen ser “convocantes”.
Unos y otros podrán resultar “interesantes”, quizá divertidos, entretenidos, pero -desde la mirada de la Formación adquirida-, no son efectivos, es decir, la actividad a la cual se asistió no permite el desarrollo de una competencia, que implicaría cambiar comportamientos. Tampoco permite poner en práctica un nuevo conocimiento y, en el peor de los casos, expone al participante a llevar a la práctica un concepto erróneo.
Según www.rae.es, propalar es divulgar algo oculto y propalador, alguien que propala algo oculto.
Por otra parte, creencia, en su primera acepción significa “firme asentimiento y conformidad con algo”. En la segunda “completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos”. En la tercera “Religión, doctrina”. Por último, creer, en su primera acepción “tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”.
Pensemos en los habituales programas de televisión donde un conductor propone un tema que es discutido por los denominados “panelistas”, personas que “opinan” sobre una amplia diversidad de temas, asumiendo el rol, reconocido por ellos mismos, de “no experto”.
En ocasiones se invita a un especialista del tema en cuestión quién -también- será cuestionado por los que opinan desde su rol “no experto”. Los temas varían desde política internacional, economía regional e internacional, la llegada del hombre al lado oscuro de la Luna, un avión que ha desaparecido y su destino es incierto, el riesgo – o no- de la circulación en las autopistas de autos sin conductor y tantos otros. Las afirmaciones que los “panelistas” emiten, no responden a ningún conocimiento específico del tema, no son producto de estudios ni de la experiencia práctica.
La audiencia desprevenida, que desconoce tan disímiles cuestiones, con frecuencia, repite y -toma por ciertas o al menso plausibles- las distintas opiniones allí emitidas.
Similares cuestiones podrán producirse en búsquedas a través de Internet, de las redes sociales en general, donde es posible toparse con las denominadas fake news, en algunos casos, difundidas con mala intención y repetidas por otras personas que, de manera ingenua, retransmiten la información, sin darse cuenta de que son “noticias falsas”.
No todos los que se convierten en propaladores de creencias lo hacen con mala intención. No obstante, en el caso de instructores y conferencistas de todo nivel, este tipo de situación evidencia falta de profesionalismo al asumir un rol para el cual no cuentan con los conocimientos y experiencia necesarios.
Volviendo al principio y conociendo el riesgo potencial de encontrarnos con este tipo de instructores, hemos encontrado una buena forma de sortear el problema. Les proponemos a nuestros clientes, en especial cuando una temática deba ser impartida a grupos numerosos de personas, separar el diseño de una actividad de la impartición. Es decir, un experto será el encargado de diseñar la actividad que luego podrá ser replicada por el número necesario de instructores, previamente formados como tales. De este modo será posible asegurar la calidad de la Formación, evitando a los propaladores de creencias.